Una compañía ferroviaria japonesa que ha enfrentado pérdidas económicas encontró la solución perfecta para atraer multitudes y hacer repuntar el negocio: una gata.
Tama, una gatita atigrada de nueve años, sólo tiene que posarse en la entrada de la estación Kishi, al oeste de Japón, vestida con un sombrerito negro y posar para los miles de turistas que viajan de partes remotas del país para verla.
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